El novio de Mamá/Las Novias de Papá

El novio de mamá

Cuando mamá escucha a Sandro pone una cara especial. Mira hacia arriba, arruga un poco los ojos, canta suavecito y mueve lento la cabeza. Cuando mamá habla de Sandro le dice «mi negrito», y hora que murió, dice «pobre mi negrito» y aprieta un poco los labios.

Mi primer recuerdo de mamá escuchando Sandro es en Santa Teresita. Íbamos a Santa Teresita todo el verano a trabajar. Bueno, mamá y papá trabajaban y yo y Caro cuando fuimos un poco más grandes también. Pero entre la una y las cinco de la tarde, el horario en que los negocios estaban cerrados, ahí jugábamos a estar de vacaciones.

Papá amaba el mar. Mejor dicho el sol, tomar sol, sentirlo y curtirlo en la piel. El sol es vida decía mientras se ponía una sunga para no marcarse tanto. Mamá casi nunca iba a la playa. Siempre había un motivo poco sólido pero fuerte para no hacerlo. El que más recuerdo es que estaba gorda. Mamá siempre hacía una dieta que no terminaba y no le gustaban como le quedaban las mallas. Entonces no iba. El otro motivo era que se quedaba limpiando. Recién de grande me di cuenta que el departamento donde vivíamos era un dos ambientes. No sé cuánto se ensuciaba para que ella lo tenga que limpiar todos los días. Igual, papá le preguntaba siempre antes de salir, ¿Marisa querés venir? Ya sabés que no contestaba ella y ahí ponía el cassette de Sandro a todo volumen.

En Ramos Mejía también hacía lo mismo. Los sábados a la mañana se escuchaba la música del equipo que teníamos en el pasillo entre los cuartos y el comedor. Ahí ella ponia a todo volumen algún cassette de Sandro. Y limpiaba, abría las persianas, hacia la cama.

Después vinieron los cds, se fue papá, apareció Rosa y mamá dejó de limpiar. Ahora lo veía en la tele. En el canal 13 o en Telefe siempre daban los sábados a la tarde una peli de Sandro con Soledad Silveyra o alguna rubia de pelo largo y flaca que lo acompañaba. Era la época en que estudiábamos para la universidad. Íbamos con Caro hasta la panadería de la esquina de casa y comprábamos sandwiches de miga. Los poníamos en la tostadora mientras que preparábamos el mate. Mamá desde la tele nos gritaba que tengamos cuidado con el queso que si se caía enchastraba toda la tostadora. Traíamos todo a la mesa y abríamos los libros. Mamá en la cabecera tarareaba una de las canciones.

El otro dia estuve en lo de mamá. Fui a llevarle los chicos para que se queden una noche con ella. Les encanta abrir los cajones de ropa que tiene mamá de hace mil años. Hija tengo una camisa de no se cuando pero yo entraba ahí. A vos te va a quedar pintada y se re usa ahora. Y ya que estás, ¿me ayudas con esto de Netflix? Tu hermana me lo conectó pero no se cómo prenderlo para verlo en el dormitorio. Abue, yo te ayudo. Felipe agarra el control y prende la tele. Mamá sigue revolviendo entre los cajones y me habla. ¿Viste que está la serie de Sandro? La quiero ver. Qué lindo que era mi negrito, pobre.

Las novias de Papá

Están todas locas dice papá . Me habla con los anteojos en la mitad de la cara y el celular en la mano. ¿Me decís cómo hacés para borrar contactos? Porque viste que en Tinder no se puede charlar. Papá habla rápido y moviendo las manos. Entonces las agrego acá al whatsapp y despues no pasa nada y ahora las quiero borrar. Como ésta. Me da el teléfono y veo que hay fotos. Ah, no no, pará, pará y me lo saca enseguida. De refilón vi como un desnudo, ¿una teta? ¿una cola? Lo miro seria. Papá se ríe. Te dije que están todas locas.

Cuando papá decidió volver para Argentina después de catorce años en España llegó como llegan todos los que pasan un tiempo largo afuera, con ganas de comersela toda. Y le duró poco.

Además de traer miles de cajas con piedras, perlas, alambres, collares, herramientas y hasta bolsos hindues, papá trajo una novia. Mejor dicho no la trajo, la nombró. Se llamaba Eli, no me acuerdo si de Elisa o de Elizabet. Y mostró una foto. Me dijo que tenía cuarenta y cinco pero parecía mucho más joven. Más o menos de mi edad.

Papá y mamá se separaron entre el 2001 y el 2002. En todo divorcio hay una fecha oficial, el dia que alguien se va o se toma un avión, como papá, pero también después está el área gris de los meses siguientes hasta que se termina de decidir que sí, es definitivo. En todos los años que pasaron a esa época, papá nombró a algunas mujeres. Se que queria estar con alguien. Lo decía. Es que hija, estar en pareja es más fácil, serian dos ingresos, se puede comprar algo o sacar un crédito. Siempre decía lo mismo pero yo me imaginaba otra cosa. Algo como estaría bueno compartir esto con alguien para no sentirme solo y que no haga tanto frío en la noche. Pero eso era mi exceso de romanticismo porque papá nunca dijo eso y además no hace frío en Málaga.

Pero con Eli fue diferente. Se lo notaba alegre. Sonreía cuando hablaba de ella. Me contaba que era muy particular, que peleaban mucho pero que en la cama se llevaban genial. Que era vegetariana y que rociaba la casa con un fuyi pero de esos naturales para que no haya mosquitos. También que era argentina, traductora serbia y que trabajaba en una ONG. A mi todo eso me sonó a “necesito guita me pongo con este viejo que es bueno y de seguro me mantiene”. Y se lo dije. Con el tiempo me arrepentí pero no pude resistirme. Me sonaba todo demasiado feliz, papá con sesenta y cuatro y con esta mina. Esas cosas no pasan.

A las dos semana que papá llegó ya habían llegado las cajas que se envió de allá y también ya había corrido la noticia de la novia. Mamá no dijo nada pero se aseguró de no cruzarse nunca con papá. Y cuando él quiso insinuar que deberían vender la casa porque la mitad era suya y la necesitaba. Le gritó y le cortó el teléfono.

En teoría Eli iba a venir para fin de año. Papá dijo que le iba a mandar la plata para que viaje pero algo pasó. Papá no dijo mucho aunque se lo notaba más acelerado de lo normal. Eli dejó de atenderle el teléfono. Le dijo que no iba a venir, que le surgió un laburo en un pueblo de Alemania y se iba para allá. Al final, para fin de año papa se fue solo a Santa Teresita a abrir su primer negocio de bijou artesanal.

Después de eso, le descargué tinder. Lo ayudé con las fotos y la descripción. Al principio salió con una viuda de Padua, después vino una que era de Tucumán. Y así fueron pasando. El sábado pasado salió con una que vivía en Flores. Me lo cuenta mientras abre una lata de cerveza. No lo miro y le pregunto cuántos años tiene. Me dice que cincuenta y ocho. No, quedate tranquila de menos de cincuenta por más que le ponga el corazoncito no te da bola nadie. Es así dice sacándose los anteojos. Le termino de borrar el último contacto. Pa, ¿tenés las cajas de los collares con piedras? Sí, sí, estuve armando algo para la feria de la semana que viene. ¿Querés elegirte? Pará que te la traigo así ves.

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