(Des)variaciones de la historia del jean

gohst
Escribo esto porque no tengo nadie mas a quien contárselo. No se lo voy a contar a mi marido que me va a tratar de loca, borracha o mentirosa (no que no hubiera ocurrido antes pero no quiero confirmar sus sospechas).
Todo empezó una mañana calurosa de diciembre. Me acuerdo porque empezaba a hacer calor y yo decidi dejar de usar jeans para darle la bienvenida a los shorts. Acomodé el placard lo mejor que me salió y sin más, me despedí de los jeans. El verano pasó sin muchas novedades. Trajo pileta, trabajo, asados, vino tinto, alguna que otra pelea y muchas noches de sueño con aire acondicionado.

Estamos en febrero y empecé a sentir frío. No se si es la edad (y aunque lo fuera lo negaría). Y decidí abrir esa parte del placard para reencontrarme con mis jeans. Ahora no voy a decir que tengo uno solo (qué mujer se atrevería a decir semejante barbaridad) pero tampoco tengo tantos como para “olvidarlos” por completo. Se los jeans que tengo y la cuenta da 10, bueno, ahora 9.

Y aquí nos lleva al presente. Hace una semana que busco mi jean color clarito. No me quedaba muy bien pero sería ideal para esta época. El problema es que no está en el placard. No está en otras partes del placard. No está entre las carteras. No está con la ropa de mi marido. No está con la de los chicos.
En síntesis, no está.

Y eso me vuelve loca. Hace una semana que estoy pensando ¿qué le paso a mi jeans?
Estoy tomando un mate y pienso en el jeans. Estoy trabajando y me acuerdo. Hasta cuando me estoy acostando con mi marido me acuerdo. ¿qué pasó con mi jeans?

-La señora es buena. Ella siempre con una sonrisa. A mi me gusta trabajar en esa casa, son tranquilos.
-…
– Casi nunca están. No molestan. Además no tienen perro, no me gustan los perros. Los perros hacen caca, muerden, llenan de pelos. Y casi no tienen cositos. Cositos.¿Vió esas cosas que van en los muebles? No me sale el nombre.
-…
– ¡Adornos! Eso. Casi no hay. Es muy fácil limpiar. Eso si hay que tener cuidado cuando la luna viene.
-…
– Yo le digo “la luna” es cuando la señora está de mal humor. ¡Pone una cara! Te puede matar con la mirada. No grita pero si la vez con esa cara, mejor andate.
-…
– El otro día vino con esa cara. Yo pensaba, ¿qué pasó? ¿La tarta salió fea? ¿Me olvidé de poner la bolsa en el tacho? No, otra vez la historia del pantalón. No tengo idea de qué me habla. Yo no le acomodo la ropa. La plancho y la dejo arriba de la cama. Ya lo busqué en todos lados. Me lo hizo buscar hasta en la basura. No se donde está.
-…
– Un pantalón que no encuentra. Ella nunca me acusó. Ni me acuerdo cuál es. Igual le digo que yo estoy a dieta pero no me entra ese pantalón. No me mire así se lo aclaro por las dudas.
-…
– No se dónde está. ¡No quiero hablar más del pantalón!

– 6 años y estuvimos 3 años antes de novios.
-…
– Feliz. Es divina. Muy contento.
-…
– Todas las mujeres tienen lo suyo. Es un poco hincha pelotas. No mucho. Yo le digo “saltarle la cadena”. Es cuando se altera demasiado por alguna boludez.
-…
– Puede ser cualquier cosa. Algo que salió mal en el laburo. Engordó medio kilo. Qué se yo, nunca sabés. El otro día estaba con el tema… ¿Qué era? Ahhh… el pantalón. Que se lo sacaron, que hay gente en casa, que hay “enanitos”, que los espíritus. No se qué boludez se le ocurrió. Después de un rato dejé de escucharla.
-…
– No tengo idea. El placard explota de ropa no me acuerdo ni de qué pantalón habla.

Lo peor es cuando me tratan de loca. Me siento como en esas peliculas que la mujer vio el asesinato pero nadie le cree. Me angustia. Me pone muy mal. Por eso no quiero hablar más con nadie de este tema. Ya me están empezando a mirar mal.

Una vez leí que cuando uno se pone nerviosa hay que “atenerse a los hechos”. Los hechos no te ponen nerviosa, no son ni buenos ni malos, son hechos.
Entonces, repitamos.

Ya pasaron 3 semanas desde que busco mi jean. Lo busqué por todas partes. Hasta en la basura. No lo encontré. Probé con la técnica de ignorarlo a ver si aparece, tampoco funcionó.

El tema es que yo se en mi interior que no va a volver. No me preguntes porqué, solo lo se. Y me puse a pensar que a lo largo de los años, eso me paso con varias cosas que “se fueron” y no volvieron más. Dos remeras, un bolso, unas chatitas.

Uno aprende a vivir como si nunca existieron pero es difícil. Más cuando sabés que los tenías hace unos días con vos.

Creo que hay alguien más que se los lleva. No es la chica que limpia. No. “Alguien” que vive en esta casa y que cada tanto necesita ropa. Puede ser un espíritu, un hada, un ser de otro planeta, no tengo idea, yo de esas cosas no entiendo. Lo que se es que hay alguien que cada tanto me saca algo. Y lo interesante es que sólo desaparece ropa de mujer. Es “algo” en algún momento necesita vestirse de mujer.

¿Porqué ese jean? ¿Porqué no pedirlo? ¿Porqué ahora? No tengo idea. No tengo qué responder. Se fue. No está más. No va a volver.
¿Y si sigue por más ropa? ¿Tengo que hacer inventario de todo? ¿Y si me saca el azul que es mi preferido? Mi cabeza sigue y sigue. Cuando me pongo muy ansiosa cierro los ojos, respiro y repito casi en tono de monje tibetano “soooltaaar, soooltaaar”.

Abro los ojos, miro por la ventana el día aclararse y cuando mi marido me pregunta qué estoy haciendo, sonrío y le contesto “soltando”.

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