Siempre fue conveniente que mamá se enamore del vecino de enfrente. Venir a Ciudadela para mi era visitarlos a los dos. No puedo imaginar a nadie más distintos que ustedes y me encantaba que se llevaran bien, tengan miles de anécdotas juntos y se dijeran Maese.
Nonno Valerio.
Vos eras chiquito. Yo te decía que no te ibas a morir, que te ibas achicar hasta desaparecer y no quedar más que ropa vacía. Me encantaban tus frases en italiano aunque la del oso nunca la terminé de entender (¿El hombre es como un oso cuando más feo más hermoso? ¿Hay que casarse con uno feo? ¿Los feos son osos? En fin). La mejor era la que me decías en cada cumpleaños. “mille di questi giorni” (muchos de estos días).
Me gustaban tus cafés-alquitrán que te inyectaban cafeína por días y tus tés de limón que te dejaban gusto picante en la boca. Los sigo haciendo aunque el café me queda normal y el té solo parece agua con mucho limón.
“¡Chicas no se lleven nada!”, rogaba, decía, casi gritaba mamá cada vez que abrías la puerta del quiosco. No se si te dije pero para los chicos tener un abuelo quiosquero es como tener un abuelo Superman o Batman y te digo hasta mejor. Cada vez que íbamos a visitarte agarrabas una bolsa y la llenabas de cosas mientras mamá trataba de vaciarla. Yo siempre me iba con una pila de bizniques y vos siempre ponías una cajita de cabsha (“para tu mamá que es una santa” decías agarrándole la mano).
A mi me gusta como moriste. Fue de golpe, nos tomó a todos por sorpresa. Unos días atrás había hablado con vos, estabas contento, preparando la fiesta de los 90. La tía ya estaba cansada y en breve ya iban a levantar todo, el quiosco, la novia, todo. Pero vos no viste nada de eso, vos te fuiste de un dia para el otro, viviendo en tu casa y con el quiosco abierto.
Me gustaba escucharte hablar de la guerra, de cuando te liberaron en el medio de Rusia, de la llegada a Argentina. Me gustaba, aunque la tía estaba indignada y casi te ganás un pase al geriátrico, que tenías novia. No me importaba si la mina lo hacía por los cigarrillos, las golosinas o todo junto. Tenías 89 años y novia. Un grande.
Ya nos juntaremos a jugar generala o la escoba del quince. Estoy seguro que te hubieran encantado tus bisnietos, son muy parecidos a vos.
Nonno Nicola.
El abuelo se hacía notar, no se si eran sus anteojos grandes, su forma de mirar a la gente o el eterno cigarrillo en boquilla prendido en la boca. Tenías un palo en el culo, nunca quieto, siempre de acá para allá.
Ingenioso, malhumorado, aventurero, egoísta, adicto a los calmantes, negociante, amante de la comida y de los vinos. No puedo imaginar a alguien más rock que vos, si no fuera porque nunca te gustó “esa” música.
Siempre dispuesto a la joda, siempre viendo qué más se puede hacer. “Un rompebolas” pensaba la nonna persignándose ante cada nueva idea tuya. «No entienden nada», decías vos ignorando toda queja mientras cazabas pajaritos desde tu ventana (“la carne es la más blanda de todas”, nos repetías antes nuestras miradas de asco).
Se me vienen a la cabeza muchas historias, voy a contar solo una.
Siempre me fascinó ese dolor con amor con el que cantabas canciones calabresas. Y cómo te brillaban los ojitos cuando alguien hablaba de Italia, de “esa” Italia, la que dejaste en vos.
Esa sensación de no ser del todo de acá ni de allá se descontrolaba en los Mundiales. Era el año 90, estabas feliz, el mundial iba a ser en Italia. Y estabas convencido que tenían la mejor canción del Mundial. Tanto que mandaste a grabar un cassette TDK de 90 minutos entero con la canción que se repetía una y otra vez. Cada dos o tres pusiste una publicidad del negocio que te la grabó tu amigo el locutor. La ponías en la galería y sonaba todos los días desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche. Rosa, la de la juguetería de enfrente te odiaba y cada tanto tiraba uno “Don Nicola, cambie la música”. Vos te hacías el que no la escuchabas y te ibas a la puerta a fumar.
Al tío le llevó tiempo sentarse en la punta de la mesa los domingos. Y, la silla es grande.
Me gusta pensar que están tomando un café en una esquina. El nonno Valerio mirándole el culo a cuanta mujer pasa y el nonno Nicola fumando todo lo que quiera y recordando anécdotas. Por si no se los dije lo suficiente, los quiero mucho y sí, esa es la mejor canción de un Mundial.
Me mataste con este!
100% de acuerdo que tener un abuelo quiosquero seria el equivalente a que fuera superman <3
Me hubiese encantado conocerlos a los dos (y a la novia!)