La remera azul colgaba de la silla. En la mesa había dos platos sucios y una botella de vino vacía. La luz de la única vela prendida, iluminaba a penas la habitación. La música sonaba suave de fondo. La cama estaba a un costado, en la parte mas oscura del cuarto. En realidad, era solo un gran colchón tirado en el piso y unos cuantos almohadones que ahora estaban todos desparramados.
Podía oírse, bajo pero continuo, el frotar de las sabanas y de los cuerpos debajo de ella. Una mano acariciaba una espada transpirada. Las respiraciones fueron haciéndose mas intensas, la mano apretaba con fuerza la espalda toda transpirada. Un gemido resonó justo al terminar la ultima canción del CD.
La mano acariciaba una cara, una sonrisa y otra sonrisa se enfrentaban. “No quisiera que te vayas”, dijo ella mientras su mano tocaba los labios de él. Las miradas se cruzaron un instante.
Èl se levantó. En la mesa encontró el paquete de cigarrillos, agarró uno y lo prendió. Ya no había música. El humo del cigarrillo se mezclaba con la luz de la vela. “Vamos que te llevo por un helado” dijo mientras agarraba la remera azul.