Eran las siete de la mañana, el cielo estaba tornándose celeste. Abrió el auto. Tiró la cartera y todas las carpetas que traía en la mano en el asiento del acompañante, y se subió. La radio no andaba. El ruido del motor era lo único que se escuchaba, no habían muchos autos en la autopista a esa hora. Miró el espejo retrovisor para cambiar de carril, no venia nadie. Bajó la ventanilla, el viento le acarició la cara y su pelo atado. A lo lejos se veía un auto blanco, la mano abierta del conductor colgaba al costado de la puerta. Ella miro la mano y se sonrió.
-¿Sabés porqué la gente saca la mano fuera del auto?, le preguntó sonriendo y mirándolo de costado.
Luis manejaba serio mirando al frente. El viento apenas tocaba sus rulos que caían de costado.
-Si, que sé, dijo Luis sacando su propia mano.
-A ver…
-Porque quieren agarrar el viento. Su mano se torció hasta casi formar un puño.
-Ah si? Y lo logran?
-Algunos si. Otros no lo logran nunca.
-Vos, ¿lo agarraste alguna vez?, dijo ella acurrucándose en su hombro.
-Si, contestó Luis y apretó el acelerador.
-¡Yo quiero agarrar el viento, es mas yo quiero ser viento!
-Ya lo sos.
Ella se rió y lo abrazó. Luis agarró fuerte su mano y siguió manejando. la radio sonaba de fondo. Ella abrió la ventanilla y el viento le golpeó en la cara. Se soltó el pelo largo que empezó a moverse de un lado para el otro despeinándola. Luis la miraba riéndose.
Casi no había trafico. Pasó su mano por la mejilla. Los dedos que habían acariciado su mejilla, ahora húmedos, agarraron el volante. El auto seguid en silencio, solo se escuchaba el ruido del motor. Cambió de carril y aceleró. El auto blanco ya había quedado en la lejanía.